jueves, 16 de julio de 2009

Desde Polonia

La motivación de hacer un viaje a Polonia es algo curioso, sin duda. Y no se debe a las crecientes connotaciones que este país ha adquirido últimamente para los catalanes a raíz del mediático programa de TV3 que relaciona en su título ambos países.

Para ser francos, tampoco se trata de un viaje a Polonia, es decir, solo a Polonia, sino que comprende un número más extenso de etapas cuyo verdadero fin es llegar a Finlandia. O Fridonia, como venimos llamándola en nuestro argot familiar español-finlandés desde hace varios años (y no por el frío, ¿alguien ha dicho que en Finlandia/Fridonia haga frío?).

Otra pregunta más importante a la que hay que dar respuesta es ¿quién en su sano juicio decide ir en tren a Finlandia, ¡hoy en día que los avances tecnológicos posibilitan sistemas mucho menos suicidas!? Una posible respuesta es que, en efecto, a mi familia y a mi nos faltan dos dedos de frente y otra, que me gustaría creer, que somos una familia con un espíritu especialmente aventurero.

Por supuesto, que cualquier viaje de este tipo no surge sin un cabecilla, y en nuestro equipo esta figura la ocupa mi madre: ideadora, ideóloga e impulsora de esta locura en la que ahora nos hallamos.

El viaje a través de Europa en interrail surgió hace algunos meses, pero yo me había desprendido de él: creía que mi edad de viajar en compañía paterna-materna ya había pasado, y me proponía preparar mi propio viaje a Finlandia, sin q hubiera que “morir en el intento” sobre las vías del tren. En un principio no quise participar de esta aventura, por entonces aún lejana, desde la distancia de lo imaginado me veía desesperado por llegar finalmente a Finlandia después de jornadas y jornadas de viaje.

¿Cómo si tenía tan claro que no me iba a dejar enrolar por mis padres finalmente cedí…? Hubo dos motivos detrás. Un día, sin yo haberlo podido prever mi madre se dirigió a mi habitación y me soltó como algo que le había costado soltar pero que a la vez le costaba mantener dentro que sentía mucho que no fuera con ellos al viaje y que estuviera –paralelamente- diseñando mi propio ruta (en avión y mucho más simple, claro)… y que prácticamente se le rompía el alma por mi abstención y que deseaba con todo el corazón que les acompañase. Tal petición, unida a la idea de que el viaje podía ser en verdad muy interesante y una oportunidad única en la vida acabaron por decantar mi decisión de unirme a esta ‘locura’. Ahora que nos encontramos a dos tercios de la odisea puedo decir que, pese a las dificultades y las complicaciones no me arrepiento. Aquí estamos, aún en Polska. Here we go!